NOTA PREVIA: Si no entiende usted un pepino respecto a qué va ésto del Baúl, ni del entorno de aDitoday, ver documento Breve introducción a los “Eventos”, y a la evolución de “Las Criaturas del Baúl”, http://elbauldebandolera.blogspot.com/2011/08/introduccion-los-eventos-y-la-evolucion.html, o en su defecto el texto del primer personaje, “Joselito, el Niño de la Guasa, o la Fuerza de la Necesidad”.
En todo caso, conviene recordar que ninguna en de estas criaturas se busca “per se” un valor literario en especial. Se trata de otra cosa.... De algo para ser, sencillamente, vivido.
Alguien muy allegado a mí me dedicó ayer noche una frase tremendamente lapidaria: “Las cosas son lo que son”.
Obviamente, así de entrada la frase da el pego, resulta perfectamente lógica, parece que no queda nada que añadir al respecto, y para rematar, eso mismo ya lo dijo el gran Parménides de Elea en el siglo VI a.c., con su sentencia sobre el ser o ente, “Lo que es, es, y lo que no es, no es”, que casi viene a ser lo mismo. De hecho, al camino de Parménides se le llama “la vía de la verdad”, así que cualquiera se pone a discutir al respecto...
Como, no obstante, una menda estaba en plan guerrera, aunque poco ocurrente y todavía menos oportuna, me dio por sacar a Heráclito de Éfeso a la palestra, más o menos contemporáneo de Parménides e igual de ilustre, quien decía que el ser no es estático, sino un continuo cambio siempre en movimiento, un devenir. Algo parecido a la dialéctica hegeliana.
Mi allegado me contestó entonces, saltándose tan ricamente un montón de siglos de por medio, que él no podía afirmar que lo que estaba viendo, una mesa, era realmente cuadrada y marrón, pero que sin lugar a dudas era lo que entendía por “mesa”, y que lo que quería decirme era que “las cosas son lo que son en su esencia”.
Ya la habíamos liado... Me estaba introduciendo el concepto “sustancia” (que es lo mismo que esencia), y después de la copa, una servidora ya no tenía muy claro a qué corriente en concreto se estaba aferrando mi queridísimo contertulio.
So pena de que, además, no nos dejábamos explicar convenientemente, yo ya no sabía si alegar al idealismo platónico (la mesa no existe, pero existe una idea de “mesa” que es la mesa real, y por eso identifico a ésto como mesa), al nominalismo del medievo (ésta es “la mesa”, pues sólo puedo afirmar que existe esta mesa, pero no la idea de “mesa”), al racionalismo (esto es una mesa, porque como tal la percibe mi razón de manera clara y distinta, y por lo tanto no hay duda), al empirismo (ésto es una mesa porque la estoy viendo, y en multitud de percepciones similares a cosas como “ésta” les llamo mesa, pero eso no quiere decir que exista el concepto sustancial “mesa”), al idealismo transcendental (puedo “aprehender” la mesa, pero solamente porque existe en la mente la categoría del espacio-tiempo, sin la cual no podría ver ninguna mesa), y un largo etcéteras de sentencias sobre la existencia de la mesa.
Así leído, este follón con la bendita mesa produce poco menos que hilaridad, pero al final, una vez superada la ingrata sensación de no haber llegado a ninguna conversación constructiva ni enriquecedora para nadie, lo único que he aprendido ha sido lo siguiente:
1)- Hay temas que mejor no hablar si no es con la sana intención de escuchar y la férrea voluntad de no decir auténticas banalidades.
2)- Como sentenció Sócrates (otro que tal), “Yo sólo sé que no sé nada”. Eso sí es un a priori que me creo. Compartir con el fin de aprender y aprender compartiendo es lo único que vale para avanzar.
3)- Debo repasar mis conocimientos de filosofía, disciplina altamente gratificante y práctica, de la que casi sólo recuerdo titulares, y en realidad conforman todo mi mundo y pensamiento.
En fin, resulta un tanto chocante, especialmente para mí, que haya dejado arrinconado mi Baúl y sus criaturas para centrarme en la percepción y esencia de una mesa, con el riesgo además del supino aburrimiento general, y eso que oigo en la lejanía sus gritos, quejas y requerimientos (luego les daré galletas para que se callen). Por una vez, me ha interesado más mi propio proceso que el de “ellos”. Ya tocaba...
Pero es que, además, tengo más cosas que decir.
1)- Respecto al sector que nos ocupa en este espacio:
- El absoluto fracaso de la conversación precedente me ha recordado la inutilidad y el carácter nocivo de las relaciones entre muchos quiosqueros ineptos, distribuidoras interfectas e incompetentes, y editores ladinos y desleales.
- El diálogo de besugos más o menos transcrito se parece enormemente a la ineficacia, falta de productividad y ausencia de finalidad de multitud de conversaciones virtuales entre quiosqueros, mirándose más su ombligo que buscando y fomentando la construcción. Espero que me perdonéis, como véis, también me pasa a mí...
2)- Respecto a la vida misma:
- El interés en la reflexión sobre si la mesa es mesa, si yo puedo ver “la mesa”, si puedo saber cómo es realmente la mesa, o si la puñetera mesa como tal existe fuera de mí tal como yo la veo o la creo ver, me parece que radica en aplicarla a nuestros “a prioris” , no sé si de las cosas, pero, desde luego, sí de las personas.
Y en este devenir se acopla nuestro personaje de hoy. No tengo ni idea cómo se lleva con los demás, ya os he dicho que tengo a las criaturas gritando en el Baúl pero no les estoy haciendo ni el más mínimo caso. La cuestión es una duda razonable: nuestra Juana... ¿Está loca? ¿Qué es estar loco? ¿Es creíble hipotéticamente que la realidad interna de Juana fuera más parecida a mi sainete que a lo que nos cuentan los libros? ¿Hubiera sido Juana una mujer feliz en otras circunstancias? ¿Fue simplemente utilizada? ¿Podría haber sido maltratada? ¿Era una loca, o sencillamente una mujer angustiada y emocionalmente derrotada? ¿Quería simplemente ser un sujeto libre?
En definitiva: ¿Era Juana como “era”? Y nuestro vecino, nuestra madre, nuestro hijo, el colega del trabajo... ¿Son lo que son? ¿QUÉ SON? ¿Qué podrían llegar a ser?
Bien, si alguien ha llegado hasta aquí, no sólo también le doy galletas y un abrazo, sino que, además, en esta ocasión tengo permiso para poneros la grabación en vídeo, aunque aviso de antemano que la representación fue muy “libre”...
Es un placer presentaros a una mujer singular: infanta de Castilla y Aragón, archiduquesa de Austria, duquesa de Borgoña y Brabante, condesa de Flandes, condesa de Barcelona, señora de Vizcaya, reina propietaria de Castilla y León, de Galicia, de Granada, de Sevilla, de Murcia, de Jaén, de Gibraltar, de las Islas Canarias, de las Indias Occidentales, de Navarra, de Aragón, de Valencia, de Mallorca, de Nápoles y Sicilia.
En definitiva, damas y caballeros, con todos ustedes, Doña Juana, llamada “La Loca”, la primera Reina de España; en realidad, “tan sólo” quiere ser Doña Juana...
¡Arriba la música, subimos telón!!
PERSONAJE: JUANA “LA LOCA”, REINA DE ESPAÑA
DISFRAZ: Traje largo sencillo de tono oscuro, lo más parecido a medieval posible, tocado con velo, anillo con piedra, medallón con cruz, cetro.
DISFRAZ: Traje largo sencillo de tono oscuro, lo más parecido a medieval posible, tocado con velo, anillo con piedra, medallón con cruz, cetro.
COMPLEMENTOS: Una silla, el cactus de Alenvedi.
TEMA MUSICAL: Stella Splendens (Llibre Vermell de Montserrat): http://www.youtube.com/watch?v=ZHcY7zzsics
TEXTO BASE DE JUANA, “LA LOCA”:
(Entra a escena lentamente, acompañada por la música).
Buenos días os dé Dios...
Me llamo Juana, y soy la legítima reina de tooodooos los reinos de España (Acompaña el “todos” con gesto de brazos).
(Frunce el entrecejo, levanta discretamente el cetro).
¡Cierto, no me miréis de ese modo, que no estoy loca, aunque lo crea todo el mundo! He dicho legítima Reina de España, y sé perfectamente lo que digo, porque esa ha sido mi puñetera cruz en la vida, al heredar no sé ya qué cantidad de títulos a diestro y siniestro (Acompaña el “diestro y siniestro” con brazos de aquí para allá).
Eso... y el hecho de que los idiotas me aburren y alteran soberanamente, nunca mejor dicho... (Baja la mirada).
Disculparéis que hable con la naturalidad que jamás puedo ejercer en público, pero soltar tacos a discreción y hablar a modo un tanto popular alivia enormemente mi jorobada situación... (Se lleva la mano al pecho).
¡Tomo asiento! (Se sienta).
Os cuento: siendo yo Infanta, creyeron oportuno mis amados padres, conocidos como los Católicos, desposarme con Felipe, Archiduque de Austria y ya no sé cuántas mandangas más (Vuelve a acompañar el “mandangas” con los brazos) , con el fin de estrechar los lazos con el Sacro Imperio Romano Germánico.
A pesar de que una servidora ya tenía peticiones formales del francés y del escocés (Gesto picarón), estando el escocés como un pan con leche, por cierto, y habiendo sido yo desde siempre hija obediente y fervorosa, no dije ni esta boca es mía.
Así que me convertí en Archiduquesa de Austria, y para Austria me mandaron como si fuese... ¡Un paquete postal! (De nuevo gesto con los brazo, como si arrojara algo).
La cosa ya empezó chunga, y a medio camino, la carraca genovesa que transportaba mis enseres se hundió, dejándome como quien dice en pelota picada, en una corte que no me gustaba ni un pelo, y en la que la gente era más rara que una jota (Vuelve a bajar la mirada, moviendo la cabeza de un lado a otro).
Todo el mundo aseguraba que Felipe, mi esposo, llamado ante mi estupor “El hermoso”, poseía una belleza ímproba... ¡Pues bien, os puedo asegurar lo siguiente: era un completo bodrio! (Saca la lengua, gesto de asco). Y yo, a disimular otra vez, alucinada con el personal, y siguiéndoles el rollo (Gesto con la mano de “rollo”).
De hecho, tuvimos seis hijos en pocos años, que se dice pronto, y las manifestaciones de la repugnancia que el pobre hombre me producía eran tomadas en la corte como una demostración de pasión arrebatadora y de celos patológicos... (Baja la mirada, moviendo la cabeza de un lado a otro). Tiene guasa ... Y yo, a callar otra vez (Gesto de mutis).
No me explayaré ahora con el follón que llevó a mi marido a ser rey de Castilla como Felipe I, pero el caso es que fue así, y al palmarla el desdichado, mi situación se volvió harto complicada...
Una cosa era disimular mi estado amoroso, y otra muy distinta, tener que ser la reina de Castilla, rodeada todo el día de pelotas, y fijándome la dentadura a modo de feliz sonrisa (Fuerza una sonrisa muy poco alegre).
Así que se me ocurrió lo siguiente (Se anima): si me tomaban por orate del todo, me dejarían en paz, sin duda alguna... Por lo que que fingí un ataque de locura de amor, y me dediqué a pasearme con el fiambre del pobre Felipe por media península ibérica durante ocho largos y aburridos meses, hasta llegar a Granada (Va acompañando de nuevo con el gesto de brazos de aquí para allá).
La cosa inicialmente funcionó, me recluyeron en Tordesillas, mi padre fue regente, y yo tan campante con mis damas, sin tener que soportar un cotorreo interminable...
(Levantando los brazos) ¡Pero tras morir mi padre, tuvieron que llegar los puñeteros comuneros, reclamando para mí un reinado que jamás quise!! ¡Tiene bemoles, la cosa!
Si ese tal Padilla, el comunero que vino a visitarme, era buena gente, y además muy poco pelma, pero me jorobó el invento a base de bien... (De nuevo baja la mirada, moviendo la cabeza de un lado a otro).
Total, que se montó un follón institucional de tres pares de narices, y aquí me tenéis... Sola, sí; sin idiotas, sí; sin pelotas, sí; pero también sin damas, sin luz, sin paseos, más aburrida que una ostra, con la única compañía del carcelero y este cactus (Señala el famoso cactus), y recluida brutalmente por loca impenitente y redomada. Y ya no hay nadie que no se lo trague... (Se lleva la mano al pecho). ¡Ni mi propio hijo!
Resumiendo: me salió el tiro por la culata... (Vuelve a bajar la mirada, mueve la cabeza de un lado a otro).
(Se pone en pie de pronto)
Recordad: a veces vale la pena hacerse la cuerda ante un atajo de locos, y nada mejor que seguirles la cuerda, valga la redundancia. Pues si te toman por loca, y esa locura molesta en su mundo, no habrá forma de quitarte el sambenito. Y si reparten las cartas, la partida ya está echada.... Mal asunto.
Por lo visto, no hay otro modo de que te dejen, simplemente, en paz.
Así que me voy corriendo, a ver si me va a encontrar el carcelero fuera de mi aposento, y todavía me quedaré sin cena. Y loca vale, pero más hambrienta... ¡¡Eso sí que no!!
(Hace una pequeña reverencia, sube la música, mira a un lado y a otro y sale con prontitud)
Originalmente publicado en: www.adi-today.es/columnas/810-juana-la-loca-o-la-desgracia-por-un-reino
Ya había visto esta obra en el teatro pero así, leída reposadamente, sabe mejor. Inmejorable introducción.
ResponderEliminarQuiosquerooooooooooo!!!!!!!!!!!!!!!!! Qué alegriaaaaa!!!!!!!!!! :))))))))
ResponderEliminarA todos los que lean ésto, os presento al mejor y más intrépido bloguero del mundo mundial.
ResponderEliminar¡¡¡¡¡GENIALLLLLLLL!!!!!
ResponderEliminarUn besazo bandolera.
¡Hola, Bárbara!!! Encantadísima si te has reído un rato,mil gracias por visitarme.
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