(Dibujo original para este texto: Camelia Davidescu)
RESEÑA
DE LO ACONTECIDO EN ESCENAS ANTERIORES:
Don
Castro de Postín, proveedor oficial del Conde de Albarracín, es un
comerciante de cerámicas turolenses que ha logrado hacer cierta
fortuna, y que desea formar familia. Hombre tímido, culto y
sensible, es dado también a las lecturas de filosofía y
humanidades. Don Castro y su criado, Pisto, se dirigen a través de
Los Monegros desde Castellote hasta Tarazona, localidad en la que
reside Doña Rosalía y su madre viuda, Doña Rosa, como encuentro
personal y festivo previo a sus esponsales, apadrinados por el Conde
de Albarracín, primo lejano de Doña Rosa.
Aunque
todavía no se conocen, Don Castro, además de ser un romántico
empedernido, se encuentra absolutamente prendado del retrato de Doña
Rosalía.
Don
Astolfo, el villano hermano gemelo de Don Castro, habiendo conocido
la situación y creyendo que Doña Rosalía recibirá una importante
dote y herencia, pretende suplantar la identidad de su hermano en
casa de Doña Rosalía, con el fin de conquistarla de forma flagrante
y adelantar los esponsales antes de que se deshaga el entuerto.
Planeado
por Don Astolfo, nuestros antihéroes sufren durante el camino un
atraco a golpe de mosquete por parte de un extraño sujeto que se
hace pasar por peregrino, y que les deja sin nada: caballo, mula,
ropas, documentos, dinero.
Solos
y sin aval de ningún tipo, salvo un botijo de agua, prosiguen el
camino andando y con lo puesto, con la esperanza de llegar a Tarazona
lo antes posible y presentarse en casa de su prometida, donde
pretenden aclarar su situación e identidad de inmediato.
Por
fin, llegados a Tarazona, Don Castro ha ido a presentarse a casa de
Doña Rosalía y su madre lleno de ilusión. Mientras tanto, Pisto le
espera en un campamento, a las puertas de la Villa.
Don
Castro llega de su misión con novedades inesperadas. Y es que,
aparte de constiparse bajo la intemperie, colgado de un ventanal, ha
descubierto con estupor que su hermano, Don Astolfo, ha suplantado su
identidad en casa de Doña Rosalía.
UBICACIÓN
DE LA ESCENA ACTUAL:
Pisto
insta a Don Castro a volver de nuevo juntos a casa de Doña Rosalía
a husmear el entuerto. Y con esto se encuentran....
ESCENA
DE TIRAR DE LA MANTA
(Don Castro y
Pisto, llegados a su destino, subidos a una cornisa, en precaria
situación de equilibrio, espiando por la ventana de la casa de Doña
Rosa y Doña Rosalía. Continúa una lluvia tenaz e incansable, de la
que hace la puñeta)
DON
CASTRO
¡Héte aquí,
reunión de amigos!
Pijería, según veo.
Acá está Don Pero
Iñigo,
allá, Don Juan de Postigo,
primo de un banquero
hebreo.
Doña Elvira de Moncayo,
la condesa de Alcañiz,
e
su hija, que es un callo
tremebundo, e para Mayo
dará a luz
por un desliz.
E Don Vito de Saboya,
e su amante, meretriz
de
un comerciante de Troya,
e su hermana, la pimpolla
que, para
colmo, es actriz.
PISTO
Allá
los duques de Arosa,
y el docto maestro Alí,
escritor en verso
y prosa
y, si tercia, en cualquier cosa...
¡Mirad, mi señor,
allí!
DON
CASTRO
(Taciturno)
Ya
miro, ya, la quincalla
que, envilecida y cotilla,
en lujuria
vil estalla,
y, abejarruca, no calla
bebiendo zarzaparrilla.
PISTO
(Con
ademán de sorpresa, mirando con más ahínco)
¿Pues
no es aquél lisonjero
del ademán pordiosero
el villano Don
Astolfo??
¡Por Satanás! ¡Sí que es golfo!!
¡Jamás ví tan
gran rastrero!
DON
CASTRO
(Dulcificando
su tono)
¡Qué me
advierte mi sentido??
¿Es Rosalía la dama?
¡Si, lo es!!!
Este Cupido
esperado y consabido
enciende en mi amor su flama
(Endurece de
nuevo el tono)
Pues
siendo dama de juicio
honestidad e linaje,
e por mi honor, sin
un vicio
no dará ni don ni sitio
a ese auténtico malaje.
En un rincón
de la sala interior, Don Astolfo y Doña Rosalía. Ella mirando por
la ventana que hay a la izquierda, lateral en escena a la que da
semi-cobijo a Don Castro y Pisto.
DOÑA
ROSALIA
(Con
gesto distraído)
Llueve
por aquestos lares
en tormenta repentina.
¿Digo llueve? Por
millares
caen las gotas. Centenares
de centellas matutinas.
DON
ASTOLFO
(Haciendo
caso omiso del parte meteorológico, coge la mano de Doña
Rosalía)
¿Cuál
es la mayor estrella
que mi mirar ilumina?
¡Vos, sóis vos!!
Pues vos sóis ella...
Vuestra mirada destella
destellos en mi
retina.
Vos, señora, sóis
el alfa
y el latir de mi universo.
Sóis entre cardos la
alfalfa,
el calor que el huevo escalfa
en la lumbre de mi
verso.
DOÑA
ROSALIA
(Retirando
su mano)
Vuestra
naturalidad
en alabar, me sonroja.
Solivianta mi amistad
y
ese sentir me acongoja
por su gran... plasticidad.
Esa
impetuosidad,
ese arrebato que enoja
mi buen sentido, en
verdad,
lo coja como lo coja,
muda mi serenidad.
(Con gesto
coqueto)
Os ruego
en urbanidad
que vuestra fogosidad encoja.
PISTO
...Ya
era poca tempestad....
DON CASTRO
Más
vale que el vil escoja...
PISTO
No,
si cuando llueve, moja....
DON CASTRO
¡Dejad
en paz la humedad!!
DON
ASTOLFO
(Asiendo
a Doña Rosalía por la cintura, elevando el tono)
¡¡El
primor que no me priva
del proemio primoroso
donde mi sentido
estriba!!
DOÑA
ROSALIA
¡¡Vuestro
arrechucho me tiba!!
(Por
lo bajo)
(¡Qué
volcán, que vigoroso!)
DON
ASTOLFO
(Bajando
la cabeza a modo de respeto)
Disculpadme,
dama mía
el ímpetu de mi ardor.
Es que tengo la manía
de,
sin perder cortesía
darle coba y pleitesía
al objeto de mi
amor.
Perdonad mi grosería
os suplico con fervor.
DOÑA ROSALIA
Ha
sido una altanería.
Disculpo vuestra osadía.
DON ASTOLFO
Me
avergüenzo con rubor.
DOÑA ROSALÍA
¿No
me tomaréis el pelo
aprovechando el dolor
que me produce con
celo
la lucha por mi pudor?
PISTO
Le
está largando el anzuelo...
DON CASTRO
Me
está entrando un escozor....
DON ASTOLFO
¡Si
supiérais el anhelo
de adoraros con fervor!!
PISTO
¡Vaya
montón de camelo!
DON
CASTRO
¡Callad,
Pisto, por favor!
DON ASTOLFO
Que
os profeso gran afeto
mil
veces os repetí.
Vuestro miedo no es correto
ni
perfeto,
es un efeto
de
mi impropio frenesí.
DOÑA
ROSALIA
Pues si afeto
profesáis
e mil promesas me dáis,
aminorad el sobeo,
e
ansí, plácido, esperáis
a que llegue el himeneo.
DON
CASTRO
(Empieza
a toser con energía)
¡No
puedo más! Me atraganto
e me duele la garganta.
PISTO
Ya
imaginábais....
DON CASTRO
¡No
tanto!
PISTO
¿Tánto
no??
DON
CASTRO
¡¡¡Tanto me
espanta!!!!
Va mi hermano y me suplanta...
¿Quién en su
juicio lo aguanta??
Pues aunque aguantar, aguanto
e la calma no
quebranto,
mi aguante... no tiene tanta.
PISTO
¡Vámonos
pues...!
(Por lo
bajo)
(Entretanto
apuntaremos
un tanto
al estirar de la manta).