Cuando mi hermana Amapola oye hablar de una pasión, tensa sus frágiles pétalos orgullosa, y siente recorrer su tallo por una savia más dulce, más rica, más potente. Porque ella ama el mundo de las Pasiones, caliente y rojo, indomable y gigantesco. Un gran dragón de fuego alado que recorre sin cesar mares y tierras, pueblos y bosques, Corazones y Deseos.
El mundo de las Pasiones es definido, concreto, cercano; porque cada pasión es definida, concreta, cercana. Aunque desdibuje sus contornos colorados, ocultándose con picardía y mimetismo, para ser redibujado en un momento a golpe de recuerdo.
Cuando una Pasión enferma por olvido, descansa bajo un gran letargo somnoliento, al cobijo de algún delicado vientre milenario. Pero cuando el calor de la Vitalidad se adentra de nuevo en ella, quiebra su débil cáscara escarlata y se desata, ardiente y visceral, tremenda, como la lava de un volcán, como un gran río de sangre. Y quiere abrazar, morder la Tierra.
Su mundo ondula sin cesar, bailando. Es rugiente y poderoso, fuerte como la Tormenta que remueve las entrañas del Gran Mar; es intenso, intenso como el perfil de la Luna recortado en el Gran Cielo; es galopante, como el empuje de un gran vendaval; y como un vendaval, una Pasión golpea, hiere, arrastra; pero también renueva, crea, imagina.
Las pasiones son contradictorias: luchan consigo mismas y, a la vez, se aman.
Cuando la Gran Tierra está lánguida y dormida, porque le pesan los siglos en sus piedras, y los hombres quieren olvidarse de que tienen un Presente, las pasiones arremeten montadas en la Furia, para fusionarse en Corazones solitarios e inyectarles impulsos poderosos; pero jamás se muestran sumisas porque, a cambio, exigen gobernar el Corazón al cual se funden en el ímpetu de su cálida embestida.
Y entonces, de esa unión, se alumbra un Deseo.
Y el Deseo surge indómito, rasgante, y se convierte en una esfinge inalcanzable.
Una esfinge que el hombre persigue entre los Sueños sin cesar como una sombra, como un reflejo en el Gran Mar, como un mítico destello....
(Dibujo original para este texto: Camelia Davidescu)
Fotografía aportada por Justo Navarro.
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